Ya os conté en el anterior post lo «mal» que lo pasamos el primer día de Siente Teruel y prometí volver a terminar el trabajo 😉
Despertamos en Allucant y tras un súper desayuno, en el que aproveché para probar el maravilloso flan de huevo que nos habían preparado la noche anterior, nos encontramos con Carmina Franco, del Centro de Interpretación Laguna de Gallocanto. Con ella pasamos la mañana recorriendo la laguna, avistando aves (no era época de grullas) y conociendo la riqueza de la zona. Rodeamos la laguna hasta la mitad, llegamos caminando a la ermita y allí, ya en coche llegamos al centro de Interpretación de la Laguna para conocer un poco más sobre las grullas y la riqueza de la laguna.

Tras aprender mucho sobre aves y respirando aire puro, que siempre se agradece, llegamos a Berrueco, donde Carlos e Idoya nos esperaban en su restaurante, El Castellar. Allí, como nos estaba ocurriendo durante todo el viaje, volvimos a conocer una historia singular, la de esta pareja. Veréis, Carlos e Idoya trabajan durante la semana en Zaragoza, y los días de fiesta y los fines de semana vienen a Berrueco a abrir y trabajar en el restaurante. Así que nos sentimos unos privilegiados, ya que ambos pidieron el día libre para poder atendernos.
Así que en un ambiente exclusivo conocimos la cocina de Idoya que es, espectacular. Buenísimo todo: Yuca frita con chistorra, migas, croquetas de ortigas, embutidos de la zona, morcillas, chorizos y otras cositas del cerdo a la brasa y pudding de caramelo.

Ya con la barriguita llena, nos trasladamos al yacimiento del poblado celtíbero de Berrueco, donde Idoya nos contó las particularidades históricas de aquella época. Además de una gran cocinera una genial profesora 🙂
Avanzaba la tarde y tocaba reunirnos con el resto de la expedición, yupiiiii!!.
Así que deprisa y corriendo (prudentemente), mientras nos contábamos nuestras vidas y nuestros amores (que éramos el grupo del turismo enamorado) llegamos a destino. En Valderrobres, paramos en los apartamentos Lagaya nos encontramos con parte del resto de la expedición, que ya iban llegando a destino y con Carlos, el dueño de los apartamentos e hijo de la dueña de los apartamentos en los que yo me quedaba, los Santa Águeda.
Carlos ha sido otra de las personas que más me han impactado del viaje por lo buena gente que es, que conste que no hago la pelota. Las risas que nos echamos con él no tienen precio y como me dijo Luis: «Carlos es Matarranya, así es este lugar». Sin duda una razón de peso para volver, esa, y que no probara el spa, ni disfrutara de la suite que tienen los apartamentos 😉
Con Carlos nos fuimos a cenar cinco privilegiados al restaurante La Alquería en Ráfales. Todo lo que diga de este sitio se queda corto. Probar sus platos fue un deleite para nuestros paladares que junto a las risas y el cachondeo que teníamos todo el grupo con Jose, dueño del hotel y restaurante, hizo que la velada fuera extraordinaria.
Todos y cada uno de los platos que salieron de la cocina de Clara eran exquisitos, no sabría con cual quedarme: la mantequilla de olivas, el carpaccio de atún con helado de pimiento del piquillo, los crepes de borraja con gambas y jamón de Teruel, los saquitos de wan tan rellenos de huevos trufados con salsa de foie y cecina; y los segundos: carpaccio, carrillada, ternasco y cochinillo. Y los dos platos con los postres para compartir que terminamos rebañando 😀
Menuda noche, una compañía inmejorable, una conversación amena y divertida, y una comida de película. Gracias a todos de los que hicieron de la velada algo inolvidable. Sólo os digo que merece la pena hacer kilómetros para comer en La Alquería y después, quedarse a dormir en su hotel.
Con un día de esos de gula a tope, de no pensar en que como hidratos por la noche… no tenía ni idea de lo que me esperaba al día siguiente 😀
La noche terminó tomando algo con el alcalde de Valderrobres en la plaza de la zona antigua del pueblo, uno de los más bonitos de España. Respirando paz y tranquilidad acompañados por los muros que se construyeron hace cientos de años.
Que día más genial, qué pocas horas me quedaban para dormir, que de información para procesar… y aún queda el tercer día 😉
Un comentario sobre “Donde descansan las grullas y se deleita el paladar. Siente Teruel día 2”