Tras los dos primeros días de este viaje express, visitando Menorca y Mallorca, como os conté en el anterior post, continuamos nuestra aventura aterrizando en el aeropuerto de Ibiza.
La verdad es que la única isla que aún no conocía era Menorca. Cuando vivía en el Reino Unido y para celebrar uno de mis cumpleaños, organicé una escapada a Ibiza y Formentera con mi mejor amiga, Lorena, que se encontró conmigo en el aeropuerto procedente de Gran Canaria. Así que estos dos últimos días me hicieron recordar lo bien que lo pasamos, lo caro que es todo y que, con suerte, pasaremos nuestra jubilación entre Formentera y Gran Canaria.
Nada más aterrizar en la isla más marchosa del mundo, nos dirigimos al puerto de Ibiza para pillar el ferry que nos llevaría a Formentera. Llegamos a la isla pitiusa con la esperanza de que saliera el Sol y afortunadamente pudimos disfrutar de él a ratitos.
Formentera es ese lugar especial y mágico al que todo el mundo debería ir, al menos en una visita express. Sus playas, el agua turquesa del mar y la tranquilidad que se respira la convierten en un paraíso, eso sí, prepara la cartera, porque por desgracia no es un paraíso para todos los bolsillos y mucho menos si vas en verano.
Pero a parte del pequeño detalle monetario, algo que también ocurre con su isla vecina Ibiza; Formentera es la isla cautivadora, con sus atardeceres tranquilos y su halo místico. Con faros que sirven de lugar de reunión y escenario de películas y con unas calas, que invitan al chapuzón.
Como casi todas las islas menores, Formentera se ve en un día, si me apuras, en medio. Si os apetece comer gastronomía típica del lugar, os recomiendo Can Forn que, casualidades de la vida, había visitado con mi amiga Lorena para comernos las habas típicas de la isla. En este caso pedimos, además de las habas fritas, una frita de pulpo, ensalada payesa, calamares a la bruta y de postre una tarta de queso, ains qué rica!. Todo buenísimo.
Después de comer visitamos un par de calas que en verano se llenan de veleros y gente guapa como la cala d’Illetes, donde encontramos a practicantes del kite surf, con el viento que hacía, ese día era perfecto para ellos.
También cala Saona, que me volvió a sorprender con esos contrastes de color del agua, el cielo y la tierra, preciosa.
De vuelta al ferry, llegamos a Ibiza y antes de disfrutar de la ciudad y su ambiente nocturno, dejamos las cosas en el hotel. Por la suerte de ir en invierno, nos alojamos en El Hotel Pacha, que abre todos los días del año. El hotel es bonito y las habitaciones son suites, junior o superior, así que el tamaño es casi como el de mi casa 😉 La decoración blanca, contrasta con la iluminación de colores del pasillo y el panel de separación del baño con la habitación hacen que te sientas como en casa, con la intimidad que tu elijas. Eso sí, me pareció algo pobre en los amenities para su categoría, sólo centrado en la ducha; el desayuno, que disfrutamos al día siguiente fue correcto y es que a mi, si me ponen crema de chocolate, siempre me conquistan. Aquí además, tenían hasta cronuts, muy IN todo 😀
Pero volvamos a la noche, que me pierdo.
Dimos un paseo por los alrededores del puerto de Ibiza y nos tomamos un aperitivo de sobrasada mientras hacíamos tiempo para cenar, nos hizo una noche buenísima la verdad, se estaba muy a gusto en la calle y así se reflejaba en las terrazas calefactadas, que estaban a tope… un martes!
Cenamos en La Brasa, un restaurante muy bonito donde comimos muy bien y que también esta abierto durante todo el año.
¿Sabíais que yo aprendí lo de las temporadas cuando fui la primera vez a Baleares? Como en Canarias se abre todo el año gracias al clima que tenemos, me chocó muchísimo cuando llegué a Ibiza la primera vez y escuché eso de «aún no está abierto»…
Terminamos la noche en un lugar que merece la pena visitar y mucho, el Teatro Pereyra, donde hay música en vivo y puedes tomarte algo hasta las tres de la mañana. Ojo a los precios también, eh? Mejor sólo una copa o un refresco 😉 También es comprensible, pagas por el show y por tu consumición.
La mañana se presentó soleada, aleluya! y pudimos disfrutar de las últimas horas en la isla con cielos despejados y buen tiempo.
Empezamos por Dalt Vila, la fortaleza que hace que subas por la parte antigua como si estuvieras en una clase de fitness, muy bueno para los traseros que habitan esas calles, sin duda. En sus callejuelas podéis encontrar portales donde te harías más de una foto, típicas fachadas blancas con puertas de colores, si podéis evitad las horas de más calor, que subir y bajar cansa.

Visitamos el mirador de Es Cubells, después a cala d’Hort que ya había visitado en mi anterior viaje y donde se comen unos arroces y pescados muy ricos con unas vistas privilegiadas de los islotes de Es Vedrá. Es otro de los lugares privilegiados de la isla para ver el atardecer.
En cala Conta no había estado y me gustó muchísimo, aunque por la pinta, en verano tiene que llenarse (como todo). Que bonitas las calas y los colores, es que estos paisajes animan a hacerse artista y pintar o fotografiar todo lo que ves intentando captar esa estampa hermosa que es difícil describir con palabras.
Terminamos la visita en Sant Antoni, uno de los lugares más turísticos de la isla y también fiesteros. Mi abuelo y mi tío trabajaron aquí en los años sesenta, así que muchísimo ha llovido desde entonces. En mi anterior viaje, lo visitamos sólo para ver la puesta de Sol y conocer el Café del Mar, en esta ocasión, como la puesta de Sol la veríamos desde el avión, disfrutamos de una comida típica en Es Nautic. El Billot de Peix, uno de los platos típicos de las islas de Ibiza y Formentera, fue la comida principal del día, la ración de pescado era muy abundante y con el arroz y el postre, casi nos volvimos rodando hasta Madrid.
No hubiéramos podido tener mejor broche final a nuestro viaje que, aunque express, nos ha servido para conocer lo más característico de la tradición, cultura y gastronomía de las Islas Baleares, un lugar al que siempre hay que volver.
Para terminar mil gracias de nuevo a Oscar por compartir su premio conmigo y a Carlota por nominarme. A Toni y Neus de Mallorex, por hacer de cicerones de la mejor manera y a la ATB por poner en marcha acciones y concursos como el de #venyllevateelmomento.